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La semana pasada, decidí invitar a cenar a la casa (en la terraza y al aire libre por supuesto) a unos amigos. A la hora de poner la mesa se me ocurrió la brillante idea de tratar de llevar a la mesa todos los vasos y platos al mismo tiempo, esto con el afán de dar menos vueltas. La tarea no era complicada, pues no es como que el piso estuviera resbaloso o tuviese muchos escalones. Desafortunadamente en el trayecto a la mesa, mis perros (unos labradores con energía que nunca se acaba) se atravesaron corriendo y tiré todo. Por suerte, solo me enterré unas cuantas astillas en la mano, pero sí se rompieron todos los platos y casi todos los vasos. Reflexionando después del incidente, me di cuenta de que al haber llevado todo en un solo viaje el peso de la charola había sido demasiado pesado como para mantener el equilibrio. Básicamente hubiera podido evitar el accidente si hacía dos viajes, es decir si diversificaba el riesgo, y esto es algo que siempre debemos hacer, tal como dice el dic